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El Titiritero de Banfield

Vuelve a presentarse en Quito el Titiritero de Banfield. Tres presentaciones únicas a cargo de Sergio Mercurio, junto al artista invitado René Arboleda.

Sergio Mercurio, el Titiritero de Banfield
Quito, 28, 29 y 30 De Abril. Teatro Nacional Sucre, 20:30
Entradas a La Venta Ticket Show, Musicalisimo: Bosque, CCI, El Jardin y El Recreo.

Por Diego Oquendo Sánchez

Mi padre es un fajador de gancho contundente y jabs rapidísimos que desencajan las mandíbulas de los mafiosos de kinder garden que llevan las riendas de la política. Es un hombre que ha blindado su sensibilidad para poder hacer su trabajo, pero su corazón de poeta sigue latiendo debajo de las láminas de acero de su armadura. “Misiva para un buzón vacío”, uno de sus libros de poemas, es una prueba. He sido testigo de muchas otras: una, que me eriza la piel, la registré cuando el se hizo amigo de Bobby el adolescente de esponja que rompe el hielo en los espectáculos de Sergio Mercurio “El titiritero de Banfield” con una personalidad expansiva que desata las simpatías del público. Siempre que la vida itinerante de Sergio pasa por Quito me visita en la emisora, si mi padre se entera pregunta: ¿y viene Bobby? Claro Bobby siempre pasa a saludarle porque él y mi padre son amigos. Sergio suele entrar con él en la oficina del Doctor Oquendo y éste siempre sale a su encuentro como un niño con los brazos abiertos, saluda y charla con Bobby y luego de unos minutos, cae en cuenta de que Sergio está ahí y entonces le ofrece la mano amigablemente.

Los magos aparecen para desaparecer cosas; Sergio Mercurio desaparece para que aparezcan: Bobby, Beto, La brujita caca, El profesor, Eduviges, Rosa, Tronco. Todos tienen la piel de esponja y corazones cálidos que laten como el suyo o el mío porque llevan dentro nuestras alegrías, dolores, dudas, incertidumbres y paradojas. Son espejos hechos con retazos de colchón. Desde que le conocí a Sergio, hacia el año dos mil, he sido testigo de lo que provoca el soplo de poesía que lleva su arte: carcajadas y lágrimas; nostalgia y esperanza. Presenciar su espectáculo es como ir en un caballito de feria que nos lleva de la alegría a la ternura.

Sergio hizo el estreno mundial de “Viejos”, su obra más reciente, hace casi cuatro años en el Teatro Nacional Sucre. La temporada de cuatro noches exhibió en la taquilla el letrero de “entradas agotadas” pocos días después de haber salido a la venta los tickets. Los que lo han visto quieren volverlo a ver; los que no, quieren hacerlo sin tardanza porque a todos nos gusta reír. Sergio vuelve con su elenco de estrellas de esponja porque para Quito es uno de los espectáculos más queridos.

Cuando las luces se apagan aparece el cascarrabias de “Tronco” y dice: “la verdad es indefinible”. Está perdido, no encuentra su casa; un hombre joven ⎯el titiritero⎯ le ofrece su ayuda y Tronco se niega. Le pregunta si come pollo y cuando el titiritero le contesta que sí; Tronco le dice: “ahora entiendo porque eres afeminado”. “Tronco” es de esos viejos al que le endurecieron la piel las asperezas de la vida. Luego, una anciana alta, solitaria y arrugada sale de la platea persiguiendo una mariposa y mientras llega al escenario se pregunta ¿por qué la gente deja sus sueños en cualquier lado? Más tarde El Profesor, un personaje que podría ser nuestro abuelo dice: “recuérdame, recordar a alguien se parece a salvarlo”.

Quisiera definir el arte de Sergio Mercurio, pero no tengo el don de la poesía. Así que cito al poeta argentino Jorge Boccanera quien definió así al artista:

«Al titiritero Sergio Mercurio no le basta con las preguntas que se va formulando al paso elástico del viaje, sino que fabrica muñecos para multiplicarlas. Desdoblado en actor, escritor, cineasta y sobre todo viajero impenitente, Mercurio está espoleado por la búsqueda. Por ello siempre aspira a más, construyendo en cada una de sus obras espacios de diálogo por fuera de lo convencional, con gestos que escarban en la intensidad de los silencios.»

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