Es verano en Buenos Aires, y en la amurallada fachada de un café teatro de la ciudad, Georgina cría en modesto silencio, con brochas, plantillas, rodillos, pinceles y otros instrumentos pictóricos bastardamente nobles, una nueva, dulce, y siniestra especulación biológica.
La artista Georgina Ciotti es una experta en pintura mural, un formato político e íntimo que la autora domina, y con el que parece jugar a escaparse constantemente de los conceptos preformados y usualmente decorativos que le son inherentes a cierto tipo de mural convencional. Georgina consigue, con igual potencia, ambientar la habitación en la que viven unos niños, y construir eróticos personajes gigantescos en los muros internos de una peluquería; lo hace con la misma naturalidad con la que invoca transeúntes bidimensionales.
La obra de Georgina es potente. Descontando la “luz” propia de la autora, la fuerza de su trabajo le puede ser atribuida a su formación como diseñadora e ilustradora UBA (Universidad de Buenos Aires), a lo cual hay que agregar que el trabajo de la artista se encuentra doblemente reforzado; por un lado, por sus experiencias profesionales de mural urbano (pariente cada vez más lejano del grafiti, y cómplice actual de las causas que persiguen la cohesión social), recolectadas durante la primera década del siglo XXI en Barcelona, ciudad en la que algunos de sus muros, fachadas y vitrinas alojan varios de los engendros perfectos elaborados por Georgina, quienes todavía continúan desafiando la mirada de los caminantes. Por otra parte, como segundo puntal de su obra, e incluso se podría decir que como segunda expresión de su particular estilo en la confección de personajes, encontramos que Georgina cuenta con una interesante trayectoria en el universo de los efectos especiales (aplicados al cine y a la publicidad, Georgina Ciotti ha participado en los equipos de efectos especiales que han desarrollado obras audiovisuales de culto en aquel campo, como Hellboy 1, Hellboy 2 o El Laberinto del Fauno, por lo cual le han sido otorgados varios premios entre los que se encuentra un Oscar al mejor maquillaje fx).
Georgina opera en la ciudad (Buenos Aires o Barcelona), más allá de lo que podría suponer la elaboración de murales “cool”. Ella parece concebir a los espacios arquitectónicos como superficies vestidas, cubiertas con un engañoso vacío, urgidas de exhibir los textos e imágenes inquisidoras y provocadoras, lindas, pero también inteligentes e incómodas que se encuentran debajo, y que Georgina hace visibles desvistiendo los muros con dibujo.