Diseño Ilustración

Leyendas del Ecuador

Recientemente en mi paseo habitual por una librería de Quito, encontré exhibida una ilustración horizontal de gran formato que de inmediato robo mi ojo. Pertenecía a una colección de 8 ilustraciones que cuentan historias de la cultura popular ecuatoriana.

El autor de las ilustraciones es Roger Icaza, muy reconocido por un estilo y técnica únicos. La colección contiene textos de Andrea Duerto y la introducción de María Fernanda Heredia. Su producción es impecable, te recomiendo que la revises vale la pena tener una copia.

Ilustraciones en acrílico sobre lienzo de 8 leyendas típicas ecuatorianas. Impresión tipo afiche de gran formato: 88×31,5cm. (1 leyenda por afiche) Full color sobre papel couche de 350g. + barniz offset de protección, sobre de cartón plegable full color + cartones de protección.

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ETSA2

Etsa (Clic para ampliar)

La caja ronca (Clic para ampliar)

La caja ronca (Clic para ampliar)

La mano negra (Clic para ampliar)

La mano negra (Clic para ampliar)

La capa del estudiante (Clic para ampliar)

La capa del estudiante (Clic para ampliar)

La dama tapada (Clic para ampliar)

La dama tapada (Clic para ampliar)

10s Comentarios

  • Me sumo a las felicitaciones a Roger, es uno de los mejores ilustradores del Ecuador. Es una hermosa colección de ilustraciones, una impecable producción.

    un fuerte abrazo Roger!

  • LA DAMA TAPADA
    Hace más de doscientos años en las calles apartadas de Guayaquil, los trasnochadores veían la Dama Tapada.

    Anoche vi a la Dama Tapada, contaba en una reunión de amigos, el Fulanito.
    Son puros cuentos, respondía el amigo con aires de valentón. Yo nunca he tropezado con ella.
    Nunca se la ve antes de las 12 de la noche, ni después de las campanadas del alba, opinaba otro asistente a la reunión.
    Según la leyenda, la Tapada era una dama de cuerpo esbelto y andar garboso, que asombraba en los vericuetos de la ciudad y se hacía seguir por los hombres.
    Nunca se supo de dónde salía. Cubierta la cabeza con un velo, sorpresivamente la veían caminando a dos pasos de algún transeúnte que regresaba a la casa después de divertirse. Sus almidonadas enaguas y sus amplias polleras sonaban al andar y un exquisito perfume dejaba a su paso.
    Debía ser muy linda. Tentación daba alcanzarla y decirle una galantería. Pero la dama caminaba y caminaba. Como hipnotizado, el perseguidor iba tras ella sin lograr alcanzarla.
    De repente se detenía y, alzándose el velo se enfrentaba con el que la seguía diciéndole: Míreme como soy… Si ahora quiere seguirme, sígame…
    Una calavera asomaba por el rostro y un olor a cementerio reemplazaba el delicioso perfume.
    Paralizado de terror, loco o muerto quedaba el hombre que la había perseguido. Si conservaba la facultad de hablar, podía contar luego que había visto a la Tapada.